Los años treinta. Plena década infame. Su contraparte, su contracultura: la música: el tango. Bajo el magma de la cotidianidad, en los subsuelos de Buenos Aires, el tango se filtraba por todos lados.
Uno de esos lugares, uno de esos subsuelos, fundado en 1935 por Juan Leslie Sala, fue el Salón Marabú, emblemático cabaré de la gran capital argentina, que hoy celebra nueve décadas de vida.
En su escenario debutaron figuras como Aníbal Troilo con su orquesta y el cantor Francisco Fiorentino en 1937, así como Rodolfo Biagi en 1938. También fue el lugar donde Carlos Di Sarli presentó a Roberto Rufino, quien más tarde se consolidaría como una de las voces más representativas del tango.
El salón, decorado al estilo art déco y con una pista de baile rodeada de mesas y barras, fue testigo de innumerables historias que inspiraron tangos memorables. Allí se conocieron Mariano Mores y Discépolo.
Una de ellas fue la que dio origen a “Como dos extraños”, compuesto por José María Contursi y Pedro Láurenz, cuya letra relata un desgarrador encuentro que tuvo lugar en este cabaré.
“Me acobardó la soledad / y el miedo enorme de morir lejos de ti”, se cantaba a garganta pelada, con el corazón en la mano. Los años treinta.