La vida del cantor Carlos Gardel es recordada por muchos amantes del tango y la mayoría destaca los momentos de mayor éxito, pero lo que pocos conocen son los problemas económicos que atravesaba el Zorzal Criollo. Alrededor de 1933, luego de varios desequilibrios financieros, el Morocho del Abasto le pidió ayuda a Armando Defino para organizar sus cuentas. Sin embargo, la amistad había comenzado mucho tiempo antes.
Además de transformarse en su representante, Defino se volvió en el nuevo albacea de Carlos Gardel, ante el estrecho vínculo de “hermanos” que forjaron desde 1914. Muy pocos conocen la historia de cuándo y cómo se conocieron y cómo el amigo cumplió hasta su último día con la palabra de resguardar el patrimonio y herencia del ídolo del tango.
Como bien recuerda la Fundación Internacional Carlos Gardel, el propio Defino relató que enero del año mencionado se cruzó a Carlos Gardel tras una actuación que brindó en el Teatro Nacional con Jose Razzano. “Alfredo Abelenda me había presentado a Alfredo Deferrari, muy amigo de Carlos. Deferrari me hizo conocer el café Los Angelitos y allí conocí a toda la barra de amigos”, detalló el abogado.
“Así fui tomando contacto con Gardel, a quien, en ocasiones personalmente o por intermedio de Razzano, hube de resolverle pequeñas cuestiones de orden jurídico, con éxito, por tratarse de derecho elemental y sin riesgo de juicio. Cuando se trataban de cosas más delicadas, les aconsejaba que concurrieran donde debían. De medicina y abogacía todos creemos saber algo”, repasó Defino en sus escritos.
Además, remarcó: “Carlos comenzaba a tenerme en cuenta. Mis primeros diálogos con él no pasaban de la camaradería común; la bonhomía de Carlos, a todos trataba por igual, lo mismo dedicaba su sonrisa franca, leal, al mozo del café, al canillita de la esquina, o a sus mejores amigos o conocidos; sin saberlo iba creando su mitología y ascendiendo a la celebridad”.
Sobre la fama que alcanzó el Zorzal Criollo, Defino aclaraba: “Si bien es cierto que la alcanzó por su arte incomparable, no es menos cierto que mucho contribuyó también su manera de ser, su cordialidad y amistad probadas en esa simpatía nata de su franca risa o en un intenso apretón de manos, tanto como su desinterés cuando se trataba de cuestiones de dinero”.
En tanto, el letrado contó que cuando pasaba por el restaurante “Cante” muchas veces se encontraba con Gardel, quien con otro amigo en común iban a cenar. Sin embargo, también destacó que rechazaba ofertas de invitación cuando la relación no era tan estrecha. “Carlos terminó por decirme que ‘sabía distinguir entre la conducta de un amigo y la de un colado’”, rememoró Defino en sus textos.