La noche arranca con una clase de salsa y la pista se asemeja a la de un hotel all inclusive. Una centena de personas se mueve e intenta seguir al profesor. Hay un denominador común: todos sonríen. Tras la clase, el instructor baila con una turista mientras su marido filma. “Great”, se escucha sobre el final del tema y el matrimonio se sienta en la mesa a ver el video. Seguro un rato después, el clip subirá a alguna red social.
Las chicas italianas también filman con sus celulares, como si tuvieran que ver la vida a través de esa pantalla. Se focalizan en una pareja de unos 70 años que recorre la pista y se miran enamorados. Cierran su perfomance con un piquito y las jóvenes sonríen.
Luego, llega el momento del tango. Godoy toma el micrófono y empieza a arengar al público para que se sume a la clase. Lo hace en castellano y en inglés. En menos de cinco minutos la pista se completa con más de 100 bailarines. Hay tres niveles (inicial, intermedio y experto) y cada uno tiene una pareja a cargo. “Elegimos a los profesores con castings. Más que buenos bailarines, tienen que ser muy didácticos para que las personas no se frustren en el primer intento -explica Horacio-. en general, cuando encontramos uno muy bueno al poco tiempo ya se va a trabajar a Europa”.
Al poco tiempo en el grupo inicial ya se mueven en pareja a algo muy parecido al tango. Los profes dan indicaciones y corrigen algún paso. Termina la clase con aplausos y arranca la milonga. “Acá se sigue usando el cabeceo para sacar a bailar -explica Godoy-. El tango es seducción pura y cara a cara”. En ese mismo sentido, Troncoso agrega que “La Viruta es como un gran Tinder real cara a cara y poniendo el cuerpo. Un momento para dejar las pantallas de lado”. En la tanguería se forman decenas de parejas casi todas las semanas, sostienen los fundadores. “Nuestra principal fuente de bailarines son los divorcios”, bromea Godoy.
Un hombre de unos 80 años recorre los pasillos entre las mesas. Se acerca a una treintañera con pollera con tajo y tacos aguja. El señor hace una seña, la chica asiente y se levanta. Se paran frente a frente en la pista. Muy cerca, casi rozan sus mejilas. Él la toma de la cintura, sonríe. Empiezan a bailar, casi como si se conocieran de toda la vida.