Los inicios de La Viruta

Todo arrancó en 1994. En ese momento, Troncoso y Godoy se propusieron modernizar la milonga y atraer a nuevas generaciones al mundo del tango. Troncoso, con formación en danza contemporánea y teatro, y Godoy, un milonguero y DJ vinculado al ambiente tanguero, lograron transformar la escena del tango porteño en los años 90. En aquel momento integraron a los jóvenes. Ambos tenían claro que, si no se innovaba, el tango estaba en riesgo de perder relevancia entre las nuevas generaciones.

“Empecé a trabajar en milongas tradicionales. Ahí aprendí todos los códigos. Ponía a la orquesta de Osvaldo Pugliese y venían los fanáticos de Juan D´Arienzo y me pedían que lo cambiara. Mi mentor me recomendó que elija los temas sin darle demasiada importancia. Pero bueno, eran climas a veces hasta violentos por las rivalidades”, cuenta Godoy.

En la actualidad, Horacio todos los años viaja a Europa a dar clases de tango a los extranjeros. Sus giras incluyen varias ciudades del Reino Unido, Alemania y Francia en las que sus cursos son de hasta 30 o 40 bailarines. “Hay muchos europeos que ya bailan mejor que los porteños. Igual, siempre el profesor de Buenos Aires tiene como un plus. Es como que nacimos y caminamos ya bailando tango”, explica Godoy. El círculo no se detiene. Empieza con el turista que experimenta la milonga porteña. Y cuando llega a su país quiere aprender a bailar. “Con Cecilia siempre decimos que el mercado del tango tiene mucho para crecer. Tiene que haber muchas más personas bailando. Y no sólo en Argentina, en todo el mundo de Japón a Europa y Estados Unidos”, se entusiasma Horacio.

Desde sus inicios, La Viruta se destacó por ofrecer clases de baile para todos los niveles antes de cada milonga. “Esto fue un cambio y una de las claves del éxito de La Viruta – explica Troncoso-. Antes, había que ir otro día de la semana o tomar clases particulares. La nueva modalidad que incorporamos acercó a muchos jóvenes y a los extranjeros a que se animen a bailar de una”. Además de la enseñanza de tango, el espacio siempre contó con espectáculos de música en vivo, orquestas y bailarines. Por su escenario pasaron desde El Arranque hasta Cucuza Castiello, entre otros. La milonga de Palermo, que funciona en el sótano del Asociación Cultural Armenia, también sumó salsa a su oferta de clases y baile. “Al principio eso generó el enojo de las salseras que nos vieron como competencia y no les gustó nada. Hasta recibimos alguna denuncia”, recuerda Godoy.

La primera sede de La Viruta estaba en la calle Oro, pero en 1997 se trasladó a su ubicación actual, en la calle Armenia 1366. “Cuando vimos este lugar, dijimos con Horacio ´es acá´. Por suerte, tenemos una muy buena relación con el Centro Cultural Armenio. Eso nos permite mejorar el espacio para darle comodidad a todos”, explica Troncoso.

En estos 30 años, La Viruta pasó varias crisis. De todas, la milonga salió fortalecida. “En el 2001 el bajón se sintió fuerte. No venía nadie a bailar. Claro, la gente estaba con otros temas -ironiza Godoy-. Por suerte, nuestro público es muy fiel y la recuperación fue muy rápida”.

Tras la tragedia de Cromañón, el 30 de diciembre del 2004, tuvieron que cerrar un mes para acomodar el espacio a las nuevas reglamentaciones de la Ciudad de Buenos Aires para los boliches y espacios de recitales.

“Durante la pandemia fuimos los últimos en abrir – recuerda Godoy-. Claro, era imposible bailar tango con el distanciamiento social. Eso nos pegó muy duro. Pero, con las ayudas del Estado pudimos subsistir”.

Otro de los cambios que experimentó el tango en general es a partir de la irrupción de los movimientos feministas y del Ni una menos. “Ahora no hablamos de que el hombre conduce y la mujer acompaña. Son roles del baile, pero que lo puede ocupar cualquier persona -explica Godoy-. Además, si en la milonga vemos alguna actitud machista de alguien, que puede existir, lo invitamos a abandonar la pista y a que no vuelva más. En la pista solemos tener parejas de hombres o de mujeres bailando”.