Borges y el Tango

El 14 de junio de 1986 moría a los 86 años en Ginebra, Suiza, Jorge Luis Borges, uno de los más destacados poetas, cuentistas y ensayistas del país y del mundo. Descendía de una familia de próceres que participaron en las luchas de independencia y en las guerras civiles.

Su padre, Jorge Guillermo Borges, fue profesor de psicología e inglés. Influenciado por su abuela materna, Fanny Haslam, Borges aprendió a leer antes en inglés que en español y a los seis años ya había manifestado a sus padres su vocación de escritor.

En 1914, su padre decidió pasar una temporada con la familia en Europa. Al regresar, cinco años más tarde, redescubrió Buenos Aires y quedó fascinado con sus suburbios, tierra de malevos. Pronto conoció a Macedonio Fernández, y asistió a su tertulia de los sábados. Bajo su tutela participó en la fundación de varias publicaciones como Prisma y Proa. En 1923, antes de partir nuevamente rumbo a Europa con su familia, publicó Fervor de Buenos Aires. Más tarde publicaría Luna de enfrente, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos, y Evaristo Carriego. De esta época datan sus relaciones con Ricardo Güiraldes, Victoria y Silvina Ocampo, Alfonso Reyes y Oliverio Girondo. Escribió para Martín Fierro y Sur, y colaboró como asesor literario en el diario Crítica. Publicó más tarde Historia universal de la infamia, una colección de cuentos basados en criminales reales, e Historia de la eternidad. Más tarde publicó junto a Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares una Antología de la literatura fantástica. Luego vendrán Seis problemas para don Isidro Parodi, en colaboración con Adolfo Bioy Casares, y Ficciones, que recoge cuentos publicados con anterioridad.

En 1937 había conseguido un puesto de primer ayudante en la Biblioteca Municipal Miguel Cané, pero en 1946, tras algunas declaraciones antiperonistas, Borges fue destituido de su puesto y nombrado inspector de aves y conejos en mercados municipales. Comenzó entonces a dictar cursos y conferencias, y dirigió la revista Anales de Buenos Aires.

En 1949 publicó El Aleph, Otras Inquisiciones y, tras el derrocamiento de Perón, fue designado director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesor de literatura inglesa de la Universidad de Buenos Aires. También obtuvo en 1956 el Premio Nacional de Literatura. Publicó luego El Hacedor, El informe de Brodie y El libro de arena.

En 1961 compartió el Premio Formentor con Samuel Beckett, y en 1980 el Cervantes con Gerardo Diego. Murió en Ginebra, el 14 de junio de 1986. Para recordarlo reproducimos aquí algunas pinceladas de su pensamiento recreadas a modo de diálogo ficcional recogidas de prólogos, artículos, y entrevistas de distintos momentos de su vida.

Lo recordamos en esta ocasión con un fragmento del libro Borges cuenta Buenos Aires, publicado en enero de 2016, que reúne en una antología doce relatos seleccionados por María Kodama e ilustrados por Carlos Greco con imágenes de barrios que remiten a la escritura de Borges, como San Telmo, San Cristóbal, Parque Lezama y los barrios orilleros de malevos y pulperías.

“Borges funda míticamente su ciudad, la canta a través de sus poemas, la narra a través de sus textos. Borges, como los griegos, es ‘Borges de Buenos Aires’. Inseparable, para la eternidad”, sostiene María Kodama en el prólogo del libro, entre cuyos relatos se encuentran algunos de sus textos más emblemáticos: Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, Isidoro Acevedo, El Sur, El libro de arena, El amenazado, Hombre de la esquina rosada, El laberinto, Historia del tango, Historia de Rosendo Juárez, Las hojas del ciprés, El Truco, La Trama.

En El tango, el texto que reproducimos aquí, Borges sugiere una mitología del tango: “En un diálogo de Oscar Wilde se lee que la música nos revela un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nos mueve a lamentar desventuras que no nos ocurrieron y culpas que no cometimos; de mí confesaré que no suelo oír El Marne o Don Juan sin recordar con precisión un pasado apócrifo, a la vez estoico y orgiástico, en el que he desafiado y peleado para caer al fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo. Tal vez la misión del tango sea ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor”.